Sunday, July 20, 2014

de pequeños regalos y recuerdos de mi clase de piano

Se que ya casi no he escrito por aqui, pero en mi mente he escrito mucho.

No se sobre qué escribir primero, sobre los pasados días y mi festejo de cumpleaños el fin pasado, que he retomado el árbol genealógico,  o que ayer recordaba a mi maestra de piano.

Ayer mi hermana me trajo unos aretes de Forever21 y una dona para hacerme un chongo, fui muy feliz, dijo que era regalo de cumpleaños atrasado, que no era un playmobil pero que esperaba me gustara. Y si, estan adorables los aretes y me hacía falta la dona, ahora podre hacerme un chongo más facilmente.

Cuando la acompañé a cenar en el comedor, habló con mi abuela y le platico que ya iban a tirar la casa de Doña Chuchi, mi primer maestra de piano, y eso me puso algo triste. Su casa es/era muy bonita, en lo arquitectónico y la decoración, siempre se me figuro un pequeño palacete, o no se. Creo que la vendieron y el nuevo dueño la va a tirar... se me hace muy feo. Tengo tantos recuerdos en esa casa, como me imagino muchas personas más los tienen. Pero para mi era tan especial, era como un lugar mágico donde iba 2 veces por semana, durante muchos años, aproximadamente 5 años, antes de entrar a la prepa.


casa Doña Chuchi 2
* Foto de google maps

Tenía una biblioteca increible, siempre quise pedirle que me dejara buscar entre sus libros, y era mi sueño secreto que algún día me regalara alguno. En la biblioteca tenía un órgano, que era donde tome muchas de mis primeras lecciones, ya que ese cuarto si tenía aire acondicionado. Ella se sentaba en el gran escritorio y ahí platicábamos, o me enseñaba sobre las corcheas y los tiempos. También ahí era donde ensayaba el coro de señoras, al que iba mi abuela. Ahí conocí a muchas personas como al chico M, con el que tuve un crush, o a la niña R que me encontré hace poco, siempre tan alegre. Desfilaron las niñas del colegio, presumidas como eran de esperarse, y también el pequeño niño ciego que creo se llamaba R. También recuerdo que cuando tomé el curso de verano en el Colegio P y que aprendí flauta transversal, cuando regresé con mi maestra, le enseñé cómo tocaba, y estaba el niño R, que se interesó mucho en el instrumento. Mi mamá iba a acompañarme por un tiempo, para transcribir lecciones de armonía y demás teoría musical, se sentaba en el gran escritorio, mientras yo estaba al piano.

Otra de las habitaciones era donde estaba el piano, y ahí pase la mayoría del tiempo en esa casa. No todos tocaban en el piano, por el nivel de sus lecciones y porque en ese cuarto no había aire acondicionado y corrías el riesgo de deshidratarte. Sin embargo yo aguantaba, con un ventilador, que constantemente volaba las hojas de las partituras. En medio de la habitación no recuerdo que había, supongo debieron haber sillones, sillas o algo así, o tal vez nada. Porque en otra de las paredes, en medio de las grandes ventanas, estaba otro órgano, creo que ahí tocaba M. El piano aparte de mi, que yo recuerde, lo tocaban las niñas del colegio, y mas adelante el niño R. Había una señora, la señora K, que quería que sus hija e hijo aprendieran a tocar piano, pero nunca les gusto, o no se dedicaron. Recuerdo que la maestra mandaba a la niña K a verme cómo tocaba, para que aprendiera de mi a tocar sin estarse viendo las manos, esa vez yo estaba en el piano, con el ventilador de un lado y ella de otro.

Más allá de esa habitación estaba un pasillo y luego la cocina. Fui algunas veces, cuando estábamos solas, y aun no me recogían, a tomar agua o alguna  bebida refrescante. Pasábamos mucho tiempo la maestra y yo, por lo que me platicaba muchas cosas, sobre los alumnos, sobre su familia, sobre música y sobre temas en general. Ella era viuda, y nunca tuvo hijos, venía de Cananea me parece, su esposo era un famoso y respetable abogado (algo arrogante también, según contaba mi mamá). Tenía un hermano y una cuñada que vivían en la casa (en el área restringida de la casa, para los niños). Una vez, en la biblioteca, me platicó que acababa de hacer su testamento, dejando todo a sus sobrinas. Y eso recordaba ayer, con la noticia de la demolición de la casa.

Ah pero no he platicado del ritual que era llegar a clase. Mi abuela, casi siempre era mi abuela, paraba el carro justo enfrente de la puerta, yo me bajaba, abría la reja, negra creo, la volvía a cerrar y caminaba entre las rosas, llegaba al porche, donde tenía un juego de sillas de jardín blancas. Ahí había dos puertas, la de la derecha era la puerta a la sala, que creo nunca se abría, y la de la izquierda era donde yo debía tocar. Era una gran puerta de madera, y el timbre estaba muy alto, yo no lo alcanzaba (era demasiado pequeña), las primeras veces intenté brincar para alcanzarlo, o mover una de las pesadas sillas de jardín, pero por lo que opté fue por recargar el maletín donde llevaba mis cuadernos y partituras, y pararme sobre el, así alcanzaba el timbre, y tenía el tiempo suficiente para bajarme del maletín y acomodarme como si nada hubiera pasado para esperar a que me abriera mi maestra. Creo que fue idea de mi mamá que me las arreglara sola para abrir, y mi familia se reía cuando me veía hacer mi ritual para tocar el timbre.

Hablando de la puerta, una vez me quedé sola adentro, ya que la maestra fue a hacer algún mandado, y me dijo que ella regresaría antes de que volviera mi familia; pero estando ahí, tocaron el timbre, y yo no podía ver quien era, porque estaba muy alto, luego creo que sonó el teléfono y contesté, me dijo que era la señora K, que yo conocía muy bien, después de vernos tanto tiempo ahí; ah por cierto, la señora K fue la que termino tomando las clases, tras el fracaso de los niños K. Entonces, era la señora K al teléfono y me decía que le abriera, para esperar adentro, pero le decía que no podía alcanzar la puerta pero que lo intentaría. Entonces fui a la sala (creo que solo entré ahí como 2 o 3 veces, era la habitación circular que por el exterior se veía como torresilla) y busqué una silla, pero todas eran demasiado bonitas, sillas de madera con tapizados hermosos, o de terciopelo, creo que una era de terciopelo verde. Me decidí, y moví la silla con todo mi esfuerzo hasta la puerta, creo que me quité los zapatos, y entonces me subí, a intentar mover las cerraduras, pero todo fue en vano. Nunca pude abrir, y le dije a la señora K a través de la puerta que no podía. Finalmente la señora K se sento en las sillas de jardín a esperar que llegara la maestra. Cuando llegó yo nunca le dije nada de mis maniobras para intentar abrir la puerta, y la silla que tomé estaba en su lugar como si nada hubiera pasado.

Al entrar por esa gran puerta de madera, justo en frente estaba la biblioteca, si girabas a la derecha, por el pasillo estaba a mano derecha la sala impecable, y a la izquierda la habitación del piano, y hasta el fondo a la derecha la cocina; si seguías más allá estaba la cochera. Si al contrario al entrar girabas a la izquierda, estaban las habitaciones, osea el área restringida. De frente y a la derecha eran las habitaciones del hermano, y a la izquierda era la habitación de la maestra, por fuera quedaba justo en la esquina, enseguida de la especie de pequeña arquearía que recuerda detalles de medio oriente, que en parte contribuía a lo mágico de su exterior (junto con el jardín y sus rosas). Ahí estaba su cama, y más muebles hermosos. Tenía un baño igualmente hermoso. Yo fui varias veces a esa habitación, cuando mi maestra tenía ganas de acostarse y yo la acompañaba, o cuando llegaba con las uñas sin recortar, y me llevaba ahí por un corta uñas, por cierto no muy bien afilado, y batallaba una infinidad para cortarlas. Ah y ahora recuerdo los dulces de anís, siempre tenía caramelos de anís, creo que la primera vez que me dio uno fue en su habitación, luego ya los tenía en la biblioteca. Cada que pasaba por fuera de su casa, veía la habitación y pensaba en su hermoso cuarto y baño.

La última vez que puse pie dentro de esa casa, fue cuando ya estaba viviendo aquí, y estudiando en el Conservatorio. Fui a visitarla para platicar de música, de mi vida y esas cosas. Y toque una de las piezas que aprendí en el Conservatorio, algo de Bach. Creo que estaba muy impresionada y orgullosa. Decía que era la única persona en todo H, que había sido capaz de eso, de irme lejos a estudiar música. Desde pequeña me decía que el piano era muy celoso, que debía dedicarle todo mi tiempo. Creo que le dio gusto que tomara en serio sus palabras y sus lecciones. Además que siempre me pareció divertido y me era fácil.

Siempre recordaré esos días. 

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